después de noches
inmunizadas
a base de olvido con hielo,
resulta que ayer
volviendo a casa,
era un atardecer
y el cielo se fundía en rosa
y en ese fondo cursi y delicioso
adviné el contorno
dibujado
de una montaña.
tan grande y callada,
tan lejana y repetida en mis días,
que de repente me trajo su nombre.
y pareció elegante,
y sonó amable
en medio del eco del vacío.
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